lunes, 27 de febrero de 2017



Los procesos de construcción de identidad en la escuela son objeto de mi interés. Niños que persiguen un modelo que nunca alcanzarán, apremiados por una sociedad que lo primero que hace es castrarles las emociones. Los estereotipos se publicitan hasta en la sopa. Deportistas, actores u otros personajes representan espejos en los que los escolares se miran. Los niños aprenden a admirarles. Sin olvidar que hay padres y, lo más peligroso si cabe, madres, orgullosos ambos al ver a sus hijos aprender y perpetuar estos estereotipos. Los niños son unos intérpretes estupendos del lenguaje no verbal e infieren con rapidez cualquier comportamiento. Si los niños y las niñas sueñan con perpetuar los estereotipos que ven, y les enseñamos con nuestra conducta y, sin ir más lejos, no les deconstruimos a la princesa y al futbolista, estos estereotipos limitarán su desarrollo, les habremos inculcado nuestra miopía para ver el mundo.

¿Cómo llevarías la coeducación a tu propia práctica personal y profesional?

Yo propondría que los editores escolares dejen de producir unos manuales que, antes del bachiller,  parecen contraproducentes, y se  editen libros de divulgación infantil y juvenil amenos y serios para llenar los currículos con lectura auténtica y diálogo. Una alternativa al libro de texto basada en bibliotecas de aula. 
Utiliza  material como este en las aulas en vez de repetir una y otra vez los mismos contenidos maquillados Y, desde una visión particular de género, podrían recurrir al uso de un lenguaje no sexista y al empleo de las formas lingüísticas no discriminatorias, e incidir en el uso que se hace del vocabulario utilizado; prescindir del sesgo de género en las imágenes, en los ejemplos, modelos y perspectivas elegidos, seleccionando materiales didácticos que ofrecieran una imagen equitativa de ambos sexos; emplear materiales didácticos con presencia igualitaria, complementando la ausencia cuando fuera posible y visibilizando desde la naturalidad y no desde la excepción.
 Alicia López-Navajas propone como  la visibilización sistemática de las mujeres en los libros de texto: 

 Las mujeres deben incluirse en cada una de las asignaturas. Hay que replantear el lugar donde hacerlo, la manera de llevarlo a cabo y el cambio de enfoque de la asignatura, que se debe traducir en una revisión de los patrones de sociedad, conocimiento y cultura que transmite Si es necesario, se debe efectuar una revisión del relato de los hechos y contenidos de la materia. Debe quedar constancia en el enfoque didáctico y exigir o crear materiales que se adapten a este nuevo objetivo (López-Navajas 2014). 

 Esto ya sé que es complicado con el negocio editorial e por medio pero me consta que ya hay colegios trabajando estos modelos. Como alternativa a corto plazo propongo una  propuesta de trabajo más viable. Todos los años muchos colegios eligen un tema transversal que recoge en torno a él todas las actividades que se realizarán en el curso, pues esta iniciativa implantaría durante un curso escolar  y en una única asignatura todos los contenidos referidos a las mujeres y los hombres que rompan los estereotipos. La escuela al unísono se involucraría en el ensayo. Y en los años siguientes se irían incorporando las distintas asignaturas con el mismo formato. Los niños distinguen lo que es personal y sincero de lo que es un producto industrial, aunque esté pensado para ellos. Así, un año podrían ser las mujeres científicas en la historia; otro, las mujeres compositoras en la historia. La hermana de Mendhelsson escribía música, pero no se la publicaban por ser mujer, así que él le hacía el favor de publicarla con su nombre; Thomas Mann usó los diarios de su esposa para escribir algunas de sus obras.  Respecto de las demás asignaturas, éstas seguirían su curso normal a excepción de los contenidos que fuesen susceptibles de interactuar por su propia naturaleza. Y en los años siguientes se irían incorporando las distintas asignaturas con el mismo formato.  
Otra propuesta viable a corto plazo, dependiente de la voluntad de cada centro  consistiría en la creación por parte de los equipos directivos de una comisión de género que supervisase los materiales usados en las aulas, el uso del patio de recreo y los espacios que utilizan alumnos y alumnas en el recinto cuando no están en las aulas, así como el lenguaje empleado, tanto el institucional como el cotidiano. La comisión tendría que posicionarse de manera categórica y unánime para no aceptar la utilización de libros con contenido sexista. Obviamente, esta comisión necesitaría obtener una formación específica en educación para la igualdad, con la particularidad de contar con la presencia de niños y niñas entre sus miembros.